Viaje realizado y organizado por la Asociación C. Athenaa el pasado domingo día 14 de mayo/23, como actividad complementaria a la última conferencia incluida dentro del II CICLO de ‘Coloquios sobre Murgi’ bajo la temática de “Diferentes modelos de gestión del patrimonio”, en concreto la realizada el día 27 de abril sobre “La divulgación de los lugares históricos y espacios museísticos abderitanos».
En nuestra visita a la ciudad milenaria de Adra hemos podido contar como guía excepcional al ponente de la conferencia previa, Javier Sánchez Real, historiador del arte y técnico municipal del Área de Cultura del Ayuntamiento de Adra.
Comienza el itinerario en la calle Camino del Molino al pie del cerro de Montecristo, con dirección al Molino del Lugar, también conocido como de Montecristo.
MOLINO DEL LUGAR
En el espacio de entrada nos encontramos unos paneles con imágenes de la historia de Adra sobre el muro norte, dando paso a un entorno con encanto romántico formado por un arco de medio punto construido con ladrillos y mampostería de piedra natural, y con los restos de una piedra de moler incrustada en la pared sur. Sobre el arco discurre el acueducto por donde se suministraba el agua del río a los tres cubos de la zona alta del molino. Al otro lado de la calle, frente a la puerta de entrada, se conservan unas balsas donde se lavaba el trigo antes de la molienda y, a la vista del tamaño de las mismas, se deduce que fue un molino con mucha actividad.
Javier nos cuenta que este molino fue construido a inicios del siglo XIX por la familia Gnecco -una familia genovesa asentada en Adra desde principios del s. XVIII con grandes propiedades agrícolas que desarrollaron una gran actividad comercial-, en sustitución de otro inicial de mediados del siglo XVII en la zona oriental del cerro por donde pasaba el cauce del río, pero las continuas inundaciones y riadas obligaron a trasladarlo a resguardo en la ubicación actual.
A lo largo de su actividad, pasó de tener una piedra de molienda en sus inicios a tener tres con la nueva ubicación, y terminando con dos a partir de su electrificación hasta su cierre en los años setenta del siglo pasado y que se conservan en la actualidad, una con motor eléctrico y la otra con el mecanismo hidráulico. Una vez adquirida la propiedad mediante compra por el Ayuntamiento, se realizó su rehabilitación por una escuela de taller, y en opinión de Javier, se optó más por reponer que por conservar.
La puesta en valor de la edificación por el Ayuntamiento de Adra ha consistido en crear una exposición etnográfica. Alberga la Sala de la Molienda con los mecanismos de las piedras junto con los elementos y utillajes de la actividad, una sala anexa donde se expone el Ciclo del Cereal y complementada por otras actividades como la talabartería.
Sin dejar el Camino del Molino y bordeando el Cerro de Montecristo, nos dirigimos a poniente por un tramo en cuesta que nos lleva hasta la puerta de la ermita de San Sebastián donde se localizan bajo una plataforma acristalada unas piletas de salazón romanas. Fueron descubiertas en 1970 pero se volvieron a cubrir y han sido recuperadas para su puesta en valor con las obras de mejora de la plaza de San Sebastián en 2017, se vinculan a los restos de una factoría de salazones del cercano Yacimiento del Cerro de Montecristo.
PILETAS DE SALAZÓN ROMANAS Y ERMITA SAN SEBASTIÁN
A pesar de disponer de buena luz en pleno día, la condensación de los cristales instalados sobre las piletas no nos permite ver con claridad su contenido, y según los comentarios de nuestro anfitrión, sabemos que se conservan sus bases y que están construidas con piedra caliza y pizarra. La localización actual de estas piletas en el interior de la población se entiende porque en los siglos I y II d.C. el mar llegaba hasta las proximidades del cerro, y esta ubicación por cercanía a la orilla era el sitio ideal para la industria de salazón como método más común para conservar el pescado.
Como nos encontramos en la puerta de La Ermita de San Sebastián, Javier aprovecha para comentarnos que está dedicada en honor a San Sebastián como patrón protector de la peste, una epidemia que a mediados del siglo XVII hizo estragos en Adra con una elevada mortandad. En la actualidad alberga en su retablo mayor la imagen de la Virgen del Mar, patrona de Adra. Su construcción posiblemente data de finales del XVI y reedificada con motivo del final de la epidemia.
Como curiosidad, nos cuenta que en las obras de ampliación de la ermita en el siglo XVIII, el sacerdote que también era contador del Sacromonte de Granada y amante de lo antiguo, colocó en la portada diversas lápidas romanas recopiladas del entorno del Cerro de Montecristo, así como una pieza de mármol procedente de las murallas con unas huellas de pisadas grabadas y atribuidas a San Tesifón, pero que con el afán de prestigiar el lugar como sagrado, se falsificaron lápidas y se cambió el supuesto origen de las huellas a favor del apóstol Santiago, como señal inequívoca de su venida en desembarco junto los Varones Apostólicos por las playas de Adra. Con motivo de la restauración llevada a cabo en 1941, la mayoría de las lápidas fueron trasladadas al Museo Arqueológico de Almería, permaneciendo actualmente el mármol de las huellas del santo y debajo de la misma una de las falsificadas con inscripciones latinas.
Seguimos avanzando en nuestra visita y en esta ocasión bajamos una escalinata que nos lleva directamente a un cruce de calles que configuran la Plaza de San Sebastián -antigua Rambla del Zarzal-, donde nos encontramos con la estatua del Labrador en su zona sur.
En el frente norte de la plaza está la Casa del Marqués de los Gnecco, una de las dos casas señoriales construidas en Adra por la familia Gnecco y conocida popularmente como “la casa de los tres balcones”. Construida en 1744 siguiendo la corriente moderna de construir las residencias en las nuevas zonas de expansión urbana fuera de la zona amurallada, con un claro estilo de arquitectura señorial. En su fachada destaca un prominente alero de canecillos de madera estilo granadino, presidida en la zona superior de la puerta principal por el escudo de armas de la familia, aludiendo al prestigio hidalgo de sus propietarios.
La vivienda sigue perteneciendo a la familia Gnecco, actualmente no es visitable y se encuentra en proceso de restauración, pero Javier nos detalla que se encuentra organizada en torno a un patio central porticado, con dos plantas y un tejado de cubierta a dos aguas. La planta inferior estaba destinada al servicio, cuadras o almacenes y la superior a residencia de la familia.
A levante de la misma plaza también se localiza otra casa señorial de comienzos del siglo XIX, la conocida como la casa del marqués de Villacañas. Adquirida por el Ayuntamiento de Adra ha sido rehabilitada en 1999 para albergar el Museo de Adra.
MUSEO DE ADRA
En el recibidor de entrada en la planta baja del edificio se encuentra el punto de información turística que da paso a la sala principal, un espacio donde se ha intentado recrear el patio central porticado original de la casa señorial, desde donde se accede al resto de salas y a la escalera, y está habilitado como sala de exposiciones temporales, acogiendo actualmente una serie de cerámicas de autores almerienses.
En la sala contigua hay una exposición permanente donde se han ubicado los fondos pictóricos y gráficos existentes en el archivo patrimonial del Ayuntamiento, como un grabado de Picasso, pinturas de Antonio Saura y de Rafael Alberti, así como obras donadas del pintor abderitano Antonio Bedmar, complementadas por otras obras prestadas de pintores almerienses de los siglos XIX y XX, como Jesús de Perceval y Francisco Alcaraz.
La primera planta está dedicada exclusivamente a la historia de los humedales de la Albufera, sus lagunas, flora, fauna y su relación con el hombre. Y en la segunda y última planta se muestra el legado cultural del mundo fenicio, púnico y romano, con la colección del material extraído del yacimiento arqueológico del Cerro de Montecristo con una antigüedad que se remonta al siglo VIII a.C,
Al referirse Javier a ciertas piezas expuestas en el museo y donadas al municipio de Adra por la familia de Robert Octobon, Francisco Espinosa toma la palabra para recordar la conexión de esta familia con El Ejido y Athenaa, refiriéndose a la exposición que se pudo organizar en 2020, gracias al material -documentación gráfica y fotográfica- donado a la asociación por la familia Octobon sobre la excavación arqueológica realizada en una tumba megalítica en el paraje de Las Chozas de Redondo en los años 60 del pasado siglo, material que Athenaa ha cedido al Ayuntamiento de El Ejido para su depósito y difusión.
Nuestra visita al museo finaliza en la sala dedicada a la tradición y vanguardia en el arte español, donde se expone una copia del Cristo de Velázquez obra del abderitano Miguel Pineda, un conjunto de 4 pinturas de temática costumbrista y orientalista del academicista almeriense Antonio Bédmar, y una colección de miniaturas de Fdez. Castro sobre la Alhambra de Granada.
El siguiente destino en nuestra visita a los espacios museísticos abderitanos, nos lleva a la zona del puerto frente la Torre de los Perdigones en la calle Natalio Rivas. Se trata del Centro de Interpretación de la Pesca, una exposición permanente sobre la vinculación histórica de Adra con el mar y la pesca, y donde también se ubica la Oficina de Información y Turismo.
CENTRO DE INTERPRETACION DE LA PESCA
En sus diferentes salas podemos encontrar paneles informativos, vitrinas y como dice Javier “la cacharrería”, que es lo que realmente aporta esencia a las exposiciones. Esta información va desde la evolución de las embarcaciones de pesca tradicionales, las diferentes artes de pesca y especies de captura, costumbres y tradiciones pesqueras, gastronomía, comercio, industria conservera y hasta un espacio reservado a la patrona de los marineros de Adra, la Virgen del Mar, y a la patrona de los marineros, la Virgen del Carmen.
Por la importancia comercial de la industria conservera, se dedica una sala exclusiva para la antigua fábrica conservera “Santa Isabel”. Fundada en el siglo XIX por el gran emprendedor Fernando García Espín, inicialmente se construyó como azucarera que luego se transformó para la fabricación de verdura en conserva, y durante la guerra civil fue requisada por la CNT para fabricar conservas de sardina y caballa para abastecimiento de la tropa. En los años 40 pasó a manos del virgitano Joaquín Vázquez que se especializó en la conserva de la melva con destino a Madrid, Barcelona e Italia.
Se mantuvo en funcionamiento hasta los años 80 tras muchos problemas surgidos por los daños sufridos en la riada de 1973, cuando la subida del rio recuperó su cauce natural -como dice la sabiduría popular “bajó el río con las escrituras bajo el brazo”-, y las aguas alcanzaron de lleno la fabrica precisamente cuando almacenaba un gran pedido para los italianos, esparciéndose las miles de latas por las calles en dirección a la playa, los vecinos las recogían del barro y las entregaban en su mayoría a la fábrica, y hasta el día de hoy son muchos vecinos abderitanos que atesoran en sus casas alguna lata como recuerdo. Actualmente solo queda la chimenea en la Carretera de la Alquería como recuerdo de esta importante industria abderitana.
Desde la propia terraza del centro podemos disfrutar de unas vistas espectaculares del puerto, una estampa que no podemos dejar pasar sin plasmar nuestra visita con una foto de grupo para el recuerdo.
Sin abandonar la terraza, no son menos interesantes las vistas hacía el norte donde se impone la majestuosidad y verticalidad de la Torre de los Perdigones y los restos de la antigua fundición “San Andrés”.
TORRE DE LOS PERDIGONES Y FUNDICIÓN DE «SAN ANDRÉS«
La fundición de «San Andrés» es la primera de plomo de la península, construida en 1822 por la Casa Rein y Cia, aprovechando la cercanía del puerto marítimo como punto de embarque de los productos del plomo en sus formatos de perdigones, planchas y tubos con destino al mercado europeo. También es pionera en instalar hornos ingleses de carbón y la segunda en montar una máquina de vapor en el país
Tenía una superficie que superaba las cuatro hectáreas, de lo que se conserva: la Torre de los Perdigones, destinada a la elaboración de perdigones a partir de plomo derretido, que se dejaba caer hasta su base; la Fabriquilla del Vinagre, el antiguo laboratorio, que se recibe su nombre por ser de vinagre el líquido que se utilizaba para la elaboración del plomo; parte de la cámara de condensación para los humos; y la Torre del Humo. La situación alejada de ésta tenía por objetivo evitar que los trabajadores inhalaran las partículas de metal del humo de los hornos que provocaban la enfermedad del saturnismo conocida popularmente con el nombre de “emplomamiento”.
Después de las explicaciones de Javier sobre la industria del plomo, nos bajamos a la acera de enfrente de la calle Natalio Rivas donde se encuentra la puerta de entrada a uno de los siete refugios públicos de la guerra civil en Adra y uno de los principales reclamos turísticos de la localidad. Se trata del Refugio de la Torre de los Perdigones.
REFUGIO DE LA TORRE DE LOS PERDIGONES
Este refugio aprovecha la galería del acceso existente en el subsuelo de la torre y se amplía en dos tramos más, sumando un total de aproximadamente 100 metros de galería, con entradas-salidas a la calle Natalio Rivas y al desnivel de la ladera donde están los restos de la fundición de San Andrés.
El avance de las tropas nacionales para la conquista de Málaga en 1937, colocó a Adra a tan solo 37 kilómetros de la línea del frente en Motril, y el 8 de febrero con motivo de poner freno a la “Desbandá de Málaga” a su paso por la localidad, sufrió un bombardeo aéreo por la aviación alemana que ocasionó numerosas muertes entre la población. El temor de los abderitanos a futuros bombardeos obligó a los dirigentes republicanos a la construcción de varios refugios públicos repartidos por la ciudad, a los que se sumaron algunos particulares.
Después de un recorrido no apto para los que sufran de claustrofobia, y para aliviar la tristeza asimilada por las emociones de dolor y miedo que trasmiten el lugar, tanto por las explicaciones de Javier como los paneles informativos expuestos en su tramo final de salida a los restos de la fundición “San Andrés”, hacemos un descanso en la jornada para recuperar fuerzas y disfrutar con la gastronomía marinera abderitana en un chiringuito en la playa de San Nicolás.
Con el estómago lleno y el placer de haber disfrutado del pescado local en diferentes versiones culinarias, recobramos nuestra visita y nos dirigimos a la esquina de poniente del Ayuntamiento, donde Javier nos explica la configuración del antiguo recinto amurallado de la Villa de Adra, arrancando desde el lugar donde se localizaba la Puerta del Mar como acceso principal al recinto desde la costa, así como los restos a poniente del cercano Torreón de Don Pablo Moya.
RECINTO AMURALLADO
Con motivo de la toma de Granada por los Reyes Católicos, Adra se convierte en frontera cristiana en la costa frente la amenaza musulmana del norte de África, y para la defensa y control del litoral se hace una repoblación de cristianos viejos y en 1505 la reina Juana I de Castilla -la Loca- manda construir la muralla. Un recinto que a lo largo de los siglos XVI y XVII resistió varios asaltos por parte de la piratería berberisca y turca.
Dentro de su perímetro en 1492 se construyó el castillo de la villa hoy desaparecido, y durante el siglo XVI se convirtió en presidio con un acuartelamiento de tropas permanente y, en el verano de 1569, fue el cuartel del ejército del Marqués de los Vélez en su decisiva campaña contra el alzamiento de los moriscos de las alpujarras. Con motivo del alejamiento del mar por los aportes de sedimentos del rio, el recinto dejó de ser efectivo para la defensa de la costa y a mediados del siglo XIX se autoriza su derribo y como cantera para las nuevas construcciones
Declarada como Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento, la Muralla fue restaurada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en el 2008, quedando en la actualidad diversos tramos y torreones visibles, como parte de la muralla del hogar del pensionista, el Torreón de Don Pedro Moya, la Torre de la Vela y el Torreón de Olvera a donde nos dirige Javier a continuación.
TORREÓN DE OLVERA
Nos encontramos en el tramo de muralla más amplio y mejor conservado de la fortificación abderitana, también conocido como el Cubo del Cementerio por localizarse el antiguo cementerio árabe en extramuros justo al otro lado de la muralla. Construido con mampostería con mortero de cal, alternando cantos rodados del propio rio con piedras de pizarra y donde se disponen varias troneras y una saetera, conservándose en el torreón la cámara abovedada, donde los propietarios a mediados del siglo XVII lo utilizaban para la cría de animales de granja y que hoy el Área de Cultura expone la maqueta del recinto amurallado.
Como cierre a nuestra visita a Adra, Javier nos guía por los exteriores de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción que por motivos del horario parroquial no tenemos oportunidad de poder visitarla en su interior.
IGLESIA PARROQUIAL INMACULADA CONCEPCIÓN
La primera iglesia fue construida en 1501, por el incremento de la población a finales del siglo XVI se amplia con una cabecera, fue saqueada e incendiada por el ataque turco de 1620 que obligó hacer una reforma para configurarla como iglesia-fortaleza. Entre los siglos XVIII y XIX se configura la fisonomía actual con la torre -reconstruida tras el terremoto de 1804-, y el camarín de la Inmaculada Concepción.
En su interior se venera y recibe culto entre otros: la Virgen del Rosario, San Marcos y a destacar El Señor de las Penas, conocido como el Cristo de la Expiración, considerada el crucificado más antiguo de cuantos procesionan en la provincia de Almería, una talla creada por el célebre escultor e imaginero granadino Alonso de Mena en el año 1623, formando parte del programa de reconstrucción de la iglesia parroquial de Adra tras el asalto turco de 1620 y recientemente restaurada.
Dando por finalizada la visita a esta ciudad con tanta historia y sus interesantes lugares históricos y espacios museísticos, nos vamos con la satisfacción de haber conocido un poco más a nuestra vecina Abdera y que mejor que hacerlo con el dulzor de una institución abderitana como son los “Helados Arturo”, del clásico y recordado heladero artesanal Arturo López Maldonado conocido como “el de los helados”.