Viaje realizado y organizado por la Asociación C. Athenaa el pasado 4 de mayo/24 como actividad complementaria a las dos últimas conferencias incluida dentro del III CICLO de ‘Coloquios sobre Murgi’ sobre la singularidad e importancia de los pueblos de colonización a nivel urbanístico y arquitectónico.
Para esta visita a los pueblos de colonización hemos contado como guía excepcional a unos de los ponentes de la conferencia previa, Alfonso Ruiz García, doctor en Historia del Arte y profesor tutor de la UNED.
Comenzamos la jornada en la Plaza de la Iglesia de Las Norias, donde nos recibe Alfonso Ruiz, y previo al inicio de nuestro recorrido por sus calles y edificios de colonización, nos informa a modo de introducción la singularidad del poblado.
LAS NORIAS
El pueblo de Las Norias ha sido uno de los poblados del Instituto Nacional de Colonización (INC) que más tiempo ha tardado en finalizarse. Desde su proyecto inicial en 1958 del arquitecto del INC de Madrid, Manuel Jiménez Varea, se construyeron en 1964 un total de 36 viviendas de colonos, dos escuelas y viviendas de maestros, la iglesia, el edificio administrativo y dos viviendas de comerciales como zona de artesanías. Hubo una primera ampliación de 13 viviendas en 1965, y otra segunda en 1968 de 40 viviendas de colonos, dos escuelas y viviendas de maestros a cargo del arquitecto almeriense Francisco Langle, y la última en 1976 ya desaparecido el INC, el IRYDA construye 6 viviendas agrícolas por el arquitecto Perfecto Gómez, resultando un total de 101 viviendas.
El trazado urbanístico proyectado no fue el que finalmente se construyó. Corresponde al tipo de “pueblo tangente” por estar diseñado y construido al lado de la carretera de La Mojonera. La planificación urbanística mediante el PGOU de El Ejido ha potenciado su crecimiento hacia el sur y a lo largo de la carretera, llegando a unificarse los tres núcleos de Las Norias. Los edificios públicos se disponen de norte a sur en la encrucijada de las dos calles principales, rodeados de espacios libres y con calles ligeramente inclinadas.
Una vez que Alfonso nos ha introducido en la singularidad de la creación del poblado de Las Norias pasamos la calle Jardines donde nos encontramos con una fila de casas de obreros. Este tipo de vivienda no estaba planificada para los colonos agricultores sino para la mano de obra – los empleados a jornal -, dotándola con una parcela de superficie inferior a la de los colonos por no disponer de dependencias agrícolas. Podían ser de una o dos plantas con una distribución estándar de tres dormitorios, aseo y cocina, y un patio donde se podía cultivar y criar animales para la subsistencia de la familia. Con respecto al cuarto de baño se empezaron a incluir en los patios en las últimas promociones.
Para poder entender los elementos planificados por el INC, Alfonso nos dirige hacía una de las viviendas que evidencia menos transformaciones sobre la original, donde poder analizar la tipología aplicada, y lo primero que destaca es el tipo de edificación a dos plantas, adosada lateralmente en hilera y en los patios interiores, configurando una manzana completa. De construcción sencilla con muros de mampostería, económica y efectiva, y para conseguir una estética aceptable evita la monotonía recurriendo al retranqueo de la puerta principal mediante un porche, generando huecos y volúmenes que facilitan la creación de sombras y espacios alternativos, resultando hogares dignos y confortables para su época. Este mismo fin lo persiguen con respecto al urbanismo, diseñando un trazado quebrado y curvo de las calles para conseguir la ruptura de las perspectivas buscando el ambiente amable de los pueblos tradicionales.
Como complemento inesperado a nuestra visita ilustrativa, tenemos la fortuna de coincidir en la calle con un vecino y antiguo colono del poblado de Las Norias. Se trata de Joaquín Crespo, que nos atiende de forma amable y agradable a las cuestiones que les demandamos, y en especial por el interés técnico de Alfonso por saber de primera mano su experiencia personal de la colonización. Joaquín nos responde que el comienzo fue muy duro, trabajando de sol a sol y pasando penurias, pero con las ayudas y el asesoramiento de los peritos del INC, su familia pudo salir adelante, ha conseguido dejarle a sus hijos tierras, y hoy en día se encuentra felizmente jubilado y toda su familia está bien cubierta.
Una de las prioridades del INC como preocupación ideológica y social del franquismo era la prestación de los servicios religiosos, y por eso dotó cada pueblo con un edificio religioso con torre-campanario como elemento singular y destacable, siempre localizado en la plaza del centro urbano y con un diseño diferenciado para cada poblado. La iglesia de Las Norias –Parroquia de San José– se encuentra en la plaza central rodeada de zona ajardinada y espacios libres, hoy con una fuente de ladrillo que sustituye a la original de colonización, y un pequeño parterre de tierra donde se ubicaba un obelisco arquitectónico original de colonización, hoy desaparecido. A la iglesia se accede por un porche escalonado que da acceso a un vestíbulo donde nos topamos con la singularidad de un muro que impide ver el interior y define el baptisterio a la derecha, su prolongación hacía el techo que lo sobrepasa configura la singular espadaña donde se localiza en su parte más alta la campana. El edificio consta de una nave de planta rectangular prolongada a poniente con el presbiterio, y una construcción rectangular anexa al sur con la sacristía y dependencias parroquiales, cada una de estas estancias dispone de alturas diferentes generando un interesante juego de volúmenes.
El INC para dotar de mobiliario y ornamentación a las iglesias, encargó el trabajo a múltiples artistas españoles y por ciertas circunstancias no previstas por la administración franquista, estos artistas crearon una obra excepcional de un vanguardismo y modernidad incomprendida, pero que han dejado un sello de originalidad y calidad reconocidas con el paso del tiempo.
Como elementos interesantes de la iglesia de Las Norias podemos destacar: las tallas de madera de San Isidro en la zona de entrada en el vestíbulo, la de la Virgen Inmaculada y la de San Indalecio en el altar, todas creadas por los Talleres de Arte Granda de Madrid; las vidrieras de cemento en los laterales del altar-presbiterio, zona alta de los laterales de la nave central y el vestíbulo, obra de Antonio R. Valdivieso; el tríptico al óleo de Nuestra Sra. de la Fuensanta con los dos ángeles que las custodia, autoría de Delhy Tejero, que se encontraban originalmente en el altar, hoy separados: los ángeles están en el vestíbulo y la Fuensanta en la cara interior del muro intermedio. También nos encontramos en el lateral izquierdo del vestíbulo una curiosidad y elemento ajeno a la colonización: se trata de la figura de escayola de San Marcos, primera imagen que procesionó en romería en El Ejido, una vez adquirida la actual imagen del santo, esta quedó abandonada y pasado un tiempo fue requerida y posteriormente restaurada por la parroquia de Las Norias.
Un patrimonio artístico religioso vanguardista y minimalista de una modernidad atemporal para su época, con autorías artísticas contrastadas y que su valor artístico las hace dignas de cualquier museo de arte contemporáneo. Un tesoro patrimonial público que no se valora, corriendo serio peligro de deterioro e incluso de pérdidas, por falta de una gestión de responsables especializados que garanticen su mantenimiento, adecuación y seguridad.
DELHY TEJERO
Adela Petra Tejero Bedate, nació en Toro (Zamora) en 1904, es una pintora que se adentró en la técnica del mural, y una artista inquieta que exploraraba técnicas experimentales. Durante la Guerra Civil permaneció fuera de España estrechando sus relaciones con los surrealistas y el teosofismo. Terminada la guerra regresa a Madrid donde sufrirá una depuración profesional, y retoma su actividad artística como muralista y especialista en pintura decorativa. Tras una fase de pintura religiosa, virará hacia el arte abstracto, el informalismo y el constructivismo, sin abandonar otros estilos y profundizando siempre en nuevas técnicas. Durante el verano de 1959 sufre un infarto de miocardio. Muere en 1968.
ANTONIO RODRÍGUEZ VALDIVIESO
Nació en Granada en 1918, y falleció en Madrid en 2000. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Su pintura parte del expresionismo, y evoluciona hasta el figurativismo de su madurez. Fue colaborador del arquitecto Fernández del Amo en el Plan del Instituto Nacional de Colonización, realizando varias vidrieras para iglesias de Madrid, Lérida, Valladolid y pueblos de colonización en Almería. Sus cuadros son piezas muy cotizadas, sobre todo el periodo comprendido entre los años 50 y 60 del siglo xx. José Hierro dijo que su pintura “es de serenidad y de melancolía, utilizando un reducido lenguaje cromático, una sobriedad con la reducción de la paleta a poco más que el gris, culminan una carrera artística que comenzó con violencias expresionistas y signos no figurativos, Quiso más ser él mismo que un triunfador por adscripción a la moda”.
Para finalizar nuestra visita a Las Norias, nos acercamos al cruce de las calles Fresal y Soportales que vertebran el pueblo de colonización. En dos de sus esquinas se encuentran los colegios y en otra, al sureste, se sitúa un edificio porticado (soportales) se ubican las artesanías y el edificio administrativo coronado por una espadaña hoy desarmada, donde estaba colocadas una campana y un reloj hoy desaparecidos.
Como resumen a nuestra visita a Las Norias, podemos concluir que se conserva muy bien el trazado original de colonización, aunque las casas han ido evolucionando a las necesidades de los habitantes y en algunos casos sin respetar el carácter y tipología de colonización, aún se pueden encontrar algunas viviendas sin apenas transformaciones.
Han sido los edificios públicos los que más transformaciones han sufrido, como las ampliaciones y reformas de los colegios, la desaparición de cuatro casas de maestros, sustituidas unas en biblioteca-centro cultural y otras en jardines. Con respecto a elementos arquitectónicos del urbanismo popular: la fuente de colonización junto a la iglesia ha sido sustituida por otra más grande en ladrillo visto sin mantener la estética del enfoscado blanco y el hierro forjado de colonización. Y han desparecido: el obelisco en la plaza de la parroquia, el reloj y campana del edificio administrativo, y la fuente abrevadero al final de la calle Soportales con calle Levante.
Con respecto a la iglesia, hemos visto como se ha transformado su decoración, en el altar se ha optado por un mural pintado muy alejado de la estética de colonización, la pila bautismal de piedra se ha pintado simulando piedra, la vidriera sur del altar se encuentra casi cegada de luz natural por una ampliación de la sacristía, y las obras artísticas originales se han redistribuido sin criterio y sin respetar la interpretación original del arquitecto Manuel Jiménez Varea y los artistas plásticos.
SAN AGUSTÍN
Nos dirigimos al pueblo de San Agustín y desde la Plaza de Colonización al pie de la torre de la iglesia, iniciamos su recorrido.
San Agustín es el mayor pueblo de colonización construido en la provincia de Almería y también uno de los más grandes de España. El proyecto inicial en 1968 del arquitecto del INC de Madrid, Jesús Ayuso Tejerizo, constaba de dos fases en la que se construyeron en cada una de ellas 101 viviendas de colonos. En la primera fase entre 1969 y 1972 se construyeron también los edificios públicos, y en la segunda entre 1979 y 1981 las artesanías, escuelas, casas de maestros y el mercado. En 1982 ya como IRYDA, se hizo la última ampliación hacia poniente por el arquitecto Perfecto Gómez, independiente al proyecto de Ayuso, construyéndose 72 viviendas en parcelas más pequeñas, cuatro de maestros y un centro de preescolar, resultando un total de 303 viviendas. Al tratarse de un pueblo grande también se le equipó de mercado, juzgado con calabozo, consulta médica, centro cultural con cine y hermandad sindical.
Proyectado como “pueblo de cruce” situado en la intersección de la carretera al Almerimar y la del Solanillo, es el más alejado de la carretera nacional, mal comunicado y aislado en zona agrícola con respecto al resto, lo que ha limitado su crecimiento. El trazado urbanístico se articula entre la calle Agua como principal de entrada al poblado de dirección norte-sur, y la perpendicular compuesta por las calles Melilla y Magisterio con dirección este-oeste, conformando cuatro grandes manzanas y en el cruce de ambas se ubica el centro del pueblo donde se concentran los edificios públicos, administrativos y religiosos. Para evitar perspectivas monótonas y profundas se diseñaron quiebros y ángulos en las principales calles, y para la separación de circulaciones, se incluyeron calles exclusivamente peatonales para acceder a los patios, siendo San Agustín la única población de Almería que dispone de esta división de tránsitos entre vehículos y peatones.
Nos encontramos con Alfonso Ruiz en la Plaza de Colonización, que es el centro neurálgico de San Agustín, encontrándose en ella al sur el edificio administrativo y a poniente las artesanías, ambas con porche, y a levante la zona religiosa con la torre del campanario distanciada de la iglesia y unida con un porche abierto, conformando una plaza interior conocida como Plaza Virgen Consolación.
Para nuestra visita a San Agustín se ha presentando José Antonio Rodríguez Quero, vecino e hijo de colonos, que nos va a dirigir de primera mano por los principales sitios del pueblo. Como aperitivo nos invita a ver el contrato original de la concesión de colono del año 1977 a nombre de su padre Antonio Rodríguez Ruiz.
El contrato de concesión daba derecho al uso del lote entregado que consistía en una finca y la vivienda en el poblado, y se establecían las condiciones a cumplir por el colono, como la obligación de cultivar la finca y el cuadro de amortización de la deuda al INC. Si en cualquier momento el INC concluye que no se está cumpliendo con las obligaciones de la concesión, ésta se dará por caducada y deberá abandonar el lote. Y si terminado el plazo establecido el colono ha cumplido con todas las obligaciones y ha amortizado la deuda con el INC, se le dará acceso a la titularidad de la vivienda y la finca mediante escritura pública.
Nuestro primer destino es la Parroquia de San Agustín, un centro religioso constituido por la iglesia con sus dependencias, el edificio de acción católica y la casa rectoral. En el muro norte de la iglesia se aloja la sacristía, el almacén, el baptisterio, y el vestíbulo por donde se accede a la nave principal desde un cuerpo porticado que se prolonga hacía el norte hasta la torre-campanario de planta cuadrada, lográndose un conjunto arquitectónico interesante con el juego de volúmenes verticales y horizontales. La iglesia es una nave de planta cuadrada organizada en un eje diagonal donde el altar-presbiterio y el coro se sitúan en sus vértices. La cubierta inclinada a dos aguas conforma en sus laterales dos triángulos unidos en su vértice más alto donde se ubica el presbiterio, y resueltos con un cerramiento con vidrieras geométricas sobre hormigón.
Como elementos interesantes podemos destacar: las talla de madera de San Agustín en el presbiterio creada por los Talleres de Arte Granda de Madrid; las vidrieras de cemento en los triángulos superiores, las cerámicas del retablo y dos murales del vía crucis en el coro, todas son obra del artista riojano Julián Gil Martínez; un bajorrelieve de madera sobre el bautismo autoría de la madrileña Teresa Eguibar Galarza. Del juego original del altar, ambón, pila de agua bendita y pila bautismal en piedra de cantera labrada, hoy persisten el altar embutido en materiales dorados, la pila de agua bendita a la entrada y la de bautismo desplazada al baptisterio, con respecto al ambón o atril original, se encuentra almacenado en la sacristía junto a un cristo y el sagrario, ambos metálicos y de estilo claramente vanguardista de colonización.
La Iglesia de San Agustín ha mantenido su estructura, pero la reforma integral realizada sin consenso vecinal por un antiguo párroco, según nos cuenta Quero, ha transformado la estética y el estilo original diseñado por el arquitecto Jesús Ayuso. El retablo de cerámica ha sido mutilado, destruido en parte y enmarcado con molduras doradas. Se ha colocado un sobretecho cargado de adornos dorados tapando la estructura de hierro original, también se han cambiado las baldosas de barro en el suelo por pavimento de mármol. La zona del presbiterio ha sido la más modificada con la concentración de figuras y objetos litúrgicos dorados, el conjunto de esculturas en su zona alta coincidiendo con el vértice del techo de unión, se han encajonado a modo de friso opaco que han roto la integridad y continuidad de la gran vidriera. A lo largo de las paredes se han incluido 14 estaciones del vía crucis con ilustraciones básicas en marcos dorados, ninguneando y relegando de su protagonismo los dos paneles originales del vía crucis con 7 estaciones cada una.
Lo que hoy nos encontramos en esta iglesia, es una nave de estilo más cercano al eclecticismo pretencioso que al minimalismo identificativo de los pueblos de colonización. Un estilo que se identifica por la sencillez de líneas sin adornos ni aditamentos, generalmente no figurativo y acorde con una época difícil y de pocos recursos materiales. Los trabajos y obras diseñados por los autores y artistas de colonización se adaptaban a estos espacios, que han marcado un estilo definido y reconocido artísticamente, pero que se está perdiendo por la acción irresponsable y por el desconocimiento de su gran valor artístico y patrimonial.
JULIAN GIL MARTIÍNEZ
Nace en 1939 en Logroño, (La Rioja). Es considerado uno de los principales exponentes españoles del arte concreto. Comienza sus estudios en 1954 en la Escuela de Artes y Oficios de Logroño y en 1958 continúa su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1963 comienza a compaginar su trayectoria profesional con las enseñanzas artísticas en la Facultad de Bellas Arte de la Universidad Complutense de Madrid, de la que llegará a ser Doctor.
Fue uno de los integrantes del grupo “Nueva Generación” y del “No Grupo de Madrid”. Su obra se aleja por completo de la representación del natural, construida apoyándose en el uso de las matemáticas y la teoría del color, con resultados sorprendentes gracias a una aguda percepción del color y un detenido análisis de las formas. Se encuentra todavía en activo, ha trabajado durante décadas en sus creaciones geométricas-concretas sin perder éstas su vigencia, sirviendo incluso de inspiración a las futuras generaciones de artistas abstractos.
TERESA EGUIBAR GALARZA
Nace en Madrid el 5 de julio de 1940. Cursó estudios en Madrid, Paris, y en el taller del escultor Lorenzo Frechilla, con quien contraería matrimonio. Miembro fundador del grupo internacional «Este-Oeste» con artistas de varios países. A participado en múltiples exposiciones internacionales y múltiples reconocimientos y premios a su obra.
En la obra de Teresa Eguibar pueden establecerse distintas etapas. En primer lugar, de 1958 a 1968, se abre un período “figurativo” que corresponde con su trabajo en los pueblos de colonización, en general de carácter antropomorfo, expresionista. Le sucede un período de escultura abstracta de las “formas densas” y de las “formas expansivas” , un período de “transición experimental” con objetos cotidianos a escala gigantesca,) y por último, puede apreciarse el período de “las expansiones policromadas” con esculturas de textura rugosa, con fragmentos de latón, posteriormente oxidado. A pesar de su actividad imparable, casi ya sin ilusiones y esperanzas, fallece en Madrid, el 26 de enero de 2000.
Después de visitar la iglesia, Quero nos guía a la calle Magisterio, nombre que nos indica que estamos en la zona de colegios formado por tres módulos adosados con un patio común y cuatro casas de maestros, construidas en la primera fase.
Entramos en las escuelas hoy adaptadas a centro cultural y social, donde Alfonso quiere comprobar in situ el interés espacial conseguido con la inclinación del techo, colocando en la zona norte más elevada un ventanal que ayuda a la iluminación del interior, así como su ventilación cruzada con los ventanales al sur con vistas a los patios de recreo, consiguiendo con ello un efectivo sistema de climatización. El edificio ha sido transformado con la ampliación de los módulos de levante ocupando parte del patio, pero manteniendo la estructura de la cubierta inclinada de la obra inicial.
Continuamos ahora por las calles del pueblo hacía la zona donde se concentran las casas de colonos, alcanzando la calle Viento donde Quero nos comenta ciertas curiosidades, como el diseño de retranqueo de los lindes de las edificaciones en las esquinas a la derecha, para facilitar la visión de la circulación de los vehículos, o como aún se mantiene el pavimento original de la acera, resuelto de forma sencilla y económica con cemento estriado para favorecer el agarre y evacuar el agua de lluvia. Sobre las viviendas, nos refiere la singularidad de construir los muros con ladrillos pintados de blanco apoyados sobre un zócalo de hormigón, para compensar el desnivel de la calle, así como de aislante de la humedad del terreno.
Se proyectaron cuatro tipos de viviendas de colonos de una sola planta (tipo B) y de dos (tipo A), con 85 m2 construidos sobre parcelas de 600 m2. Todas constan de tres dormitorios, un porche como retranqueo de la entrada, un jardín separado de la calle por una valla, y un patio posterior donde están las dependencias agrícolas. La circunstancia especial y única de la provincia del trazado de San Agustín, es la incorporación de calles peatonales para acceder a los patios, ganando en seguridad y salubridad, evitando el cruce de vehículos con peatones, pero con el paso del tiempo esto ha facilitado que una vez las dependencias agrícolas han dejado de ser necesarias, los espacios libres de la parcela se han ido ocupando con ampliaciones constructivas o segundas viviendas con la posibilidad de acceso independiente a la calle peatonal.
Como final de nuestra visita a San Agustín, Quero nos quiere mostrar un elemento simbólico y curioso del pueblo original de colonización: se trata del depósito de agua, una construcción hidráulica que consta del depósito y dos torres gemelas desde donde se elevaba el agua para conseguir presión para la conducción por gravedad. En estos elementos de infraestructura básicos e imprescindibles para la planificación de un poblado, el INC también atendía a los detalles y aparte de su aspecto funcional los ponían en valor como elemento de embellecimiento urbano, como se puede comprobar en la gran similitud del tipo constructivo con las torres de la iglesia del pueblo de colonización cacereño de Vegaviana.
Del San Agustín de colonización hemos podido comprobar que en general mantiene el trazado urbanístico original, y que un gran porcentaje de viviendas de colonos, obreros, maestros y artesanías sí han experimentado transformaciones para su adaptación a la necesidades de los ocupantes. Las dimensiones de las parcelas y la permisibilidad del ordenamiento urbanístico han conducido a cambios constructivos y estéticos de las viviendas, sin respetar el carácter y tipología original de colonización. Cambios severos que en algunos casos han generado grandes contrastes y desequilibrios urbanísticos, pero también es importante destacar que aún se pueden encontrar algunas viviendas que mantienen su esencia de colonización.
Sobre los edificios públicos, señalar que en algunos casos han sufrido transformaciones en su interior, aunque externamente conservan muy bien la morfología original, salvo las excepciones del pabellón y el centro cultural construidos con tipología moderna, sustituyendo patios y edificios escolares, así como los desaparecidos módulos del mercado de abastos hoy transformados en aparcamientos públicos.
Con respecto a los espacios públicos y los elementos arquitectónicos originales, resaltar los cambios drásticos de la Plaza de Colonización con un diseño y materiales muy alejados de la tipología del INC, así como la desaparición de la fuente original ubicada en la plaza. Sobre la iglesia ya hemos visto que los cambios han afectado al interior de la nave central, sobre el presbiterio, techado y solería.
EL SOLANILLO
Como destino final de nuestra jornada, nos acercamos al pueblo de El Solanillo en el término municipal de Roquetas de Mar, el más pequeño y menos transformado en términos generales, iniciando nuestra visita en la plaza central con Alfonso Ruiz que nos hace una pequeña introducción del poblado.
El Solanillo es el último poblado de colonización proyectado en la provincia de Almería y el único diseñado por un arquitecto local, Francisco Langle Granados. El proyecto de 1968 constaba de dos fases de 77 viviendas, pero solo se ejecutó la primera fase construyéndose la iglesia con su sacristía y la torre-campanario, las escuelas, el edificio administrativo, y 44 viviendas: 38 de colonos (23 tipo A de doble planta y 15 tipo B de una sola planta), 2 de obreros, 2 de maestros y 2 viviendas con locales comerciales (artesanías). Las siguientes ampliaciones ejecutadas no siguieron el ordenamiento previsto por el INC
Proyectado como “pueblo tangente” situado en paralelo de norte a sur al oeste de la carretera de la Mojonera a Las Marinas, denominada calle Motril en su trazado urbano. Es de los más pequeños construidos en Almería y su localización aislada en zona agrícola le ha limitado su crecimiento. El trazado urbanístico se articula alrededor de una plaza central amplia y abierta a la carretera donde se ubican los edificios públicos: al norte la limita la iglesia con la torre como elemento de referencia con la Plaza El Solanillo, al noroeste las escuelas, al este las casas de obreros y comerciales, y al sur con el edificio social-administrativo como construcción singular con torre prevista de reloj y coronada por una linterna vanguardista y de sencilla edificación. Como vimos en San Agustín, también este poblado está provisto de algunas calles con circulación diferenciada, en este caso no son calles peatonales para el acceso a las dependencias agrícolas en las traseras de las viviendas de colonos, sino de vehículos (carros), único caso en los diseñados por INC en la provincia de Almería.
Cruzamos la zona levante de la plaza central donde se encuentran las casas de obreros, un arco corvado que separa a estas al sur con los locales comerciales (artesanías) con porche, y estas a la vez separadas al sur por otro arco similar del centro social y administrativo, también con porche y con su singular torre.
Al sur de la plaza nos encaminamos a la calle Marchena como claro ejemplo de una calle de acceso a las dependencias agrícolas o de carros en las traseras de las casas de colonos, donde Alfonso nos comenta esta singularidad de El Solanillo, y como se consigue un resultado tan interesante con elementos sencillos de arquitectura, diseñando las fachadas con tapias bajas y un cierto giro del retranqueo del portón de entrada de carros para facilitar el acceso, junto los volúmenes de los graneros dentro del gran espacio del interior de los patios. Como viene siendo típico de todos los pueblos de colonización, la circunstancia de espacios libres generados en los patios de colonos ha permitido el aprovechamiento para ampliar la edificación inicial, pero hemos podido comprobar gratamente como su urbanización se ha mantenida sin apenas transformaciones.
Pasamos a la calle Baza donde podemos ver algunas unidades de viviendas de colonos de tipo A construidas a dos plantas, con cocina y salón en planta baja y dormitorios en la segunda, y con un patio amplio donde albergaba las dependencias agrícolas con acceso independiente por la calle de carros. Estas dependencias es una iniciativa del INC pensada para suministrar a los colonos de una vivienda digna y adecuada, con los medios necesarios para las actividades complementarias a las labores agrícolas del campo, y que constan de granero, porche o cobertizo y dos cochineras. Las fachadas de las viviendas tienen una composición sencilla y funcional con retranqueos y huecos que facilitan sombras y crean un juego de volúmenes interesantes y alejado de la monotonía.
Desde la calle Baza subimos hasta el cruce con calle Estepa donde se encuentra el módulo escolar inicial de colonización, compuesto de dos aulas con diferente distribución de planta, con volúmenes remarcados con retranqueos y diferentes alturas, manteniendo el estilo general.
Desde la calle Estepa llegamos a La Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, con su torre-campanario como elemento de referencia de El Solanillo y visible en la distancia. Se accede por un pórtico que une la iglesia con la torre, circunstancia que no venía contemplado en el proyecto inicial de Fco. Langle Granados, que había ideado el campanario aislado y con un diseño vanguardista en forma de prisma piramidal, pero parece ser que al INC no le agradó y fue rediseñada al estilo colonización por el arquitecto Manuel Jiménez Varea en 1970, y es la que podemos ver en la actualidad, excepto el pretil o vallado perimetral en la zona del cuerpo de campanas que ha sido eliminado posteriormente.
La nave principal es un planta en forma de trapecio, ordenado a través del eje de simetría donde se ubica la entrada principal en el lado más ancho, el altar-presbiterio en la zona opuesta y más estrecha, y la sacristía como construcción anexa al norte. Como elemento característico de las iglesias de colonización, la iluminación se resuelve con la colocación de vidrieras de cemento en la zona alta de la entrada, así como en toda la pared posterior del presbiterio, obra del artista asturiano Antonio M. Suárez. Este mismo artista es el autor del elemento artístico más destacado, se trata del mural de cerámica montado en el muro externo del porche de la entrada principal, que como nos cuenta Alfonso, es un mosaico de tamaño considerable con motivos bíblicos, con un pantocrátor (Dios Todopoderoso típico del arte bizantino y románico) como figura central, rodeado de los cuatros evangelistas representados por sus símbolos, a la izquierda un ángel para San Mateo y el león para San Marcos, y a la derecha un águila para San Juan y un buey para San Lucas.
Otros elementos interesantes en la iglesia que podemos destacar: las piezas del vía crucis obra del artista riojano Julián Gil Martínez; un bajorrelieve de madera sobre el bautismo autoría de la madrileña Teresa Eguibar Galarza, gemelo al de la iglesia de San Agustín; un sagrario en metal dorado decorado con labrados de símbolos bíblicos de autor desconocido, y una pila bautismal en piedra de cantera labrada.
De todas las iglesias visitadas podemos decir que la de El Solanillo ha sido la menos transformada, que ha mantenido su estructura original y el estilo minimalista de colonización diseñado por sus autores bajo la directrices del INC. Se han respetado la integridad de las vidrieras y su luminosidad, el color blanco de paredes y techo, la visualización de los elementos y materiales estructurales, los espacios diáfanos, y en general la distribución del mobiliario y los elementos litúrgicos.
ANTONIO MARTÍNEZ SUÁREZ
Antonio Martínez Suárez nació en Gijón el 26/01/1923. Con inclinaciones artísticas desde su adolescencia, comenzó a pintar paisajes del natural con un lenguaje de tintes expresionistas. Realizó diversos viajes a Madrid y París que le permitieron entrar en contacto con la incipiente vanguardia artística española y algunos de los pintores de la denominada Escuela de París, una época en la que el artista se debatía entre la figuración y la abstracción.
La década de 1950 fue una época de intensa actividad y, además de continuar con la pintura de caballete, entró en contacto con los arquitectos encargados de los planes de construcción que llevaba a cabo el Instituto de Colonización, que le encargaron proyectos de vidrieras y pinturas murales para decorar sus edificios. El año 1957 es fundamental en su trayectoria artística ya que firmó el manifiesto del grupo El Paso. La constitución de este grupo representa uno de los acontecimientos fundamentales en la historia de la pintura española de la segunda mitad del siglo xx.
En esta época la materia adquiere una importancia decisiva en sus pinturas, consiguiendo un sutil contraste de texturas mediante la utilización de veladuras, comenzando una extensa proyección internacional con la participación en las Bienales de Alejandría, de São Paulo II Bienal, de Venecia…, exponiendo en Tokio y Nueva York. Su trayectoria expositiva continuó en las décadas de 1970 y 1980, falleciendo en Madrid el 21 de octubre de 2013.
El resumen de nuestra visita a El Solanillo es muy positiva, desde le punto de vista de la conservación de los principios constructivos y de la planificación urbanística del poblado, que por su condición de pequeño y aislado en la zona de explotación agrícola, no ha tenido un gran desarrollo y esto ha derivado en una transformación leve, quizá el cambio más tangible es el desarrollo de las zonas ajardinadas en contraste con la aridez de las zonas verdes en sus orígenes.
Como hemos ido viendo, los edificios públicos han mantenido su morfología y estética original. En este sentido, muy importante ha sido la labor del Ayuntamiento de Roquetas al intentar recuperar sus elementos más simbólicos como recuperar el color blanco del edificio administrativo (aún quedan el colegio y las casas de maestros), remplazar el reloj desaparecido en su torre y reconstruir la fuente pública con materiales modernos intentando imitar el estilo de colonización.
Con respecto a las viviendas de colonos, también hemos podido comprobar que en su mayoría han ido adaptándose a las necesidades y gustos de sus ocupantes, con ampliaciones y sobre todo cambios en las fachadas con la sustitución del blanco de cal con otros colores más terrosos y con materiales de revestimiento poco acordes al estilo colonización, pero en su gran mayoría aún persisten sus retranqueos y huecos originales que las identifican claramente.
Llegamos al final de este interesante y fascinante viaje por los poblados de colonización del poniente almeriense, donde hemos podido entender y valorar el legado de unos arquitectos que crearon pueblos enteros de la nada, bajo un criterio unificado e inteligente en una época difícil, que han sido de gran importancia en el desarrollo de lo que es hoy la provincia de Almería. Y no menos importante es el gran patrimonio cultural y artístico que los artistas encargados aportaron a nuestras iglesias para su remate y ornamentación, un anacronismo cultural realizado por unos artistas malditos de ideología claramente no franquista, pero que gracias a sus trabajos poco remunerados les permitió libertad creativa y dar rienda suelta a su vanguardismo moderno, autores que con el paso del tiempo han sido reconocidos y sus obras cuelgan en los mejores museos de arte contemporáneo.
Todo este despertar de nuestra curiosidad por los tesoros de colonización, ha ido de mano de Alfonso Ruiz, que con sus amplios conocimientos y su calidad como docente, nos ha guiado de forma certera y gratificante por este interesantísimo mundo de los pueblos de colonización, y al que le agradecemos enormemente su dedicación y entrega de forma desinteresada con Athenaa.
Conclusión
Estos pueblos proyectados por el INC para fomentar nuevas zonas de cultivo agrícola y asentar un campesinado autosuficiente, son un escenario urbano que se ha convertido en imagen representativa de la Almería contemporánea. Una planificación urbanística funcional con una arquitectura moderna basada en edificaciones prácticas y singulares construidas con materiales y sistemas tradicionales, de funcionalidad y sencillez estética. Un estilo libre de ornamentos en la línea de las vanguardias racionalistas de principios de siglo XX, que han surtido a estas poblaciones de un rico patrimonio artístico, lamentablemente desconocido y desprotegido.
Esta personalidad urbana está en la memoria colectiva, pero el proceso progresivo de transformación sin control está despersonalizando su singularidad, y en muchos casos se está produciendo la desaparición de elementos arquitectónicos de forma irreversible. El estilo de colonización que define y caracteriza una época de nuestra historia local está perdiendo su fisonomía e identidad original.
En algunos poblados solo van quedando vestigios de colonización en el trazado urbanístico. Son contados los edificios públicos y religiosos que persisten al proyecto inicial. Y por otra parte el patrimonio artístico religioso es poco reconocido y valorado y sin garantías de conservación e integridad. Las administraciones locales y autonómicas, pero también las religiosas, están obligadas a tomar medidas para frenar este deterioro, conservarlo, ponerlo en valor y sobre todo respetar la integridad artística de sus autores.