El pasado 26/julio en plena Sierra de Gádor a 1.000 m. de altitud, pudimos disfrutar de la segunda observación astronómica de nuestro patrimonio visual (y natural), organizada por la A.C. Athenáa y la Asociación Astronómica Orión de Almería.
Celebramos la segunda edición de esta iniciativa surgida entre Athenáa y la Asociación Orión con la idea de dar a conocer entre los asociados un patrimonio poco valorado y conocido: nuestro cielo. La contaminación lumínica es una circunstancia poco apreciada en nuestras ciudades y entornos urbanos hasta que visitamos lugares en los que no se da esta contaminación tan peculiar. Además, lo que se conoce del cielo es un conocimiento acumulativo de siglos que refleja y recoge las culturas y sabiduría popular de épocas pasadas. De ahí el nombre que se le da por ejemplo a las constelaciones y a las estrellas.

A ese saber popular se une el conocimiento científico de cada época o etapa histórica, haciendo que en el último siglo sobre todo el conocimiento de nuestra galaxia y del universo sea tarea eminentemente de astrofísicos. Sin embargo, también hay aficionados con amplio bagaje en la materia que permiten a los profanos un acercamiento más ameno, pero muy didáctico. Este es el caso de los miembros de la Asociación Astronómica Orión, Jesús, Gerardo y Antonio, su presidente, que han hecho disfrutar a una treintena de socios y socias de nuestro cielo. Nos han hecho un recorrido por la historia de la investigación astronómica desde los griegos, con algún picoteo en otras culturas, para luego centrarse en las aportaciones desde Copérnico hasta Galileo pasando por Kepler y Brahe, base del conocimiento astrofísico posterior.
En la charla inicial se hizo referencia principalmente a las constelaciones que son más fácilmente identificables en el cielo: Sagitario, Escorpio, Ofiuco, Águila, Cisne, Lira, Hércules, Boyero, Osa Mayor, Osa Menor, Cefeo y Casiopea. Y más adelantada la noche Pegaso y Andrómeda, y algún planeta, sobre todo Marte y Saturno, pero ya con la ayuda de los telescopios. Con ellos también pudimos ver estrellas dobles, nebulosas, la muerte de alguna estrella y estrellas donde aparentemente no las hay. Para que fuera más dinámico, tanto para la observación como para las explicaciones, nos organizamos en pequeños grupos.

El punto de observación fue en plena Sierra de Gádor, nuestro otro patrimonio visual (y natural) poco valorado, a unos 1.000 m. de altitud, en una noche plenamente despejada y algo fresca, pero fantástica para la actividad. Una noche que comenzó con el montaje y explicación del funcionamiento de los telescopios para los curiosos, y una cena de picoteo esperando la llegada de la hora adecuada y permitiendo la interrelación no solo con nuestros guías astronómicos sino también entre los asociados y simpatizantes de Athenáa para mayor disfrute de la actividad.

